EL ARTE DE SABER CORREGIR
en febrero 8, 2021
Por Eva Marquez
Con 1 Comentario
El tacto no es un ejercicio exclusivo de la piel, no siempre es el camino más rápido para la caricia. En una sociedad en la que impera el culto al cuerpo, no es de extrañar que descuidemos lo más esencial del ser humano.
El interior que no se ve ante los ojos y solo es visible si nos detenemos un instante, si no sucumbimos a la vorágine de la prisa. Somos imperfectos. ¿Por qué buscamos la perfección en los otros? ¿Por qué nos cuesta más el aplauso que la crítica? ¿Por qué nos empeñamos en no querer ver el esfuerzo, la atención y la ilusión en quien emprende un camino a solas? ¿Por qué no acudimos al tacto a la hora de corregir a los demás?
A veces hay un alambre inestable que nos permite seguir de pie. Y un comentario desacertado, o un propósito elevado nos puede hacer caer de bruces al suelo. Hay una frontera muy delicada entre el salto y la caída, entre la ayuda y el ego camuflado de buenas intenciones.
Es más fácil arrancar una camisa que tejer los hilos de una vida. Es más cómodo poner el ojo en el error ajeno que en el acierto. En cada corrección, en cada herida, en cada pero va calando el mensaje de inseguridad en nuestros actos, de escasa validez de lo que hacemos, de poca importancia en lo que hemos puesto todas las ilusiones.
Se quedan en el camino las ganas de seguir intentándolo, porque nadie puso el foco en el éxito, nadie alzó la bandera de los pequeños logros, nadie supo reconocer el entusiasmo, nadie quiso apreciar el trazo lento del aprendizaje, pero aprendizaje al fin y al cabo. Antes de corregir al otro pensando que haces una buena acción, piénsalo, porque tal vez estés quitándole lo mejor que tenemos, la confianza en uno mismo.
Cuidemos ese aire de victoria en aquel que se enfrenta a un nuevo desafío.
Alejandro Pérez Guillén
Eva María Márquez Roldán
Inma Ortigosa
En febrero 11, 2021
Es precioso y además un ejercicio necesario que hemos olvidado con demasiada frialdad, gracias por hacernoslo recordar
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